La ira de la esclerosis.

Me decía hoy Manuel que reconoce, en ocasiones, paga su mal humor con su mujer y su hija. Le he preguntado porque que me lo decía a mi. Quería sincerarse con alguien. Quería quitarse esa carga.

No es a mi, le he dicho, con quien debe sincerarse ni a quien debe reconocer que paga sus malos días con ellas. Es quedarse un instante quieto, cuando le viene el mal humor, y mirar a la cara de su mujer o de su hija. ¿Tienen, ellas, alguna culpa de su enfermedad?. La respuesta sera clara y obvia: no.

La EM nos lleva, algunos días, a unos profundos ataques de mal humor, de rabia, de ira. Pero, creo, no debemos dejar que esos días la EM gane la partida y esos ataques salgan de nosotros hacia personas que no tienen culpa alguna. Siempre estamos a tiempo de sentarnos y callar. Si les tendemos las manos, seguro que nos ofrecen las suyas y nos consuelan.

Pero, me dirás,¿ y si no pasa el mal momento?. Cuando era pequeño jugaba a perderme bajo la manta. Cuando llegaba mi padre del trabajo, me metía debajo de la manta y hacia ver que no estaba, que me había perdido. Mi padre me seguía el juego durante unos minutos a pesar de que, supongo, debía llegar muy cansado tras el día de trabajo.

Pues es lo que aun hago en ocasiones. Si tengo mal día, me escondo bajo la manta y digo que me he perdido. Consigo que mi mujer sonría y mi mal humor se quede bajo la manta. Es muy sencillo. Pruébalo algún día, te sorprenderás del resultado.
  • Mientras escribo esto, estoy escuchando: I still Haven´t Found what I´m Looking for (U2)

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